domingo, 26 de julio de 2009

El mito de la tolerancia cero.


¿Qué me lleva a escribir sobre tolerancia cero?

Doña Rosa.

¿Y?
Que a Doña Rosa no le interesan conceptos como criminalización de la pobreza e intolerancia selectiva, lo único que le interesa es saber si las políticas públicas en materia de seguridad son eficaces. Ese es su único parámetro y de ahí me surge una duda casi existencial: ¿tengo que abandonar las banderas del “garantismo” (por llamarlo de alguna manera)
para discutir con ella?
Respuesta
a): No, a mi sí me interesan las garantías constitucionales y debo ponerlas en el debate, son parte de él y de la posición que defiendo.
Consecuencias de esta postura: el debate inevitablemente terminaría en una discusión filosófica que no conduce a nada y a mi me interesa algo más que eso.
Respuesta
b) Elimino del debate los “daños colaterales” de la tolerancia cero y me centro en su supuesta eficacia.
Vamos con la opción “b” a ver que pasa…


¿Qué es esto de la tolerancia cero?

A partir de los ’80, un artículo de J. Wilson y G. Kelling denominado Broken Windows, afirmaba que no debía dejarse degradar en lo más mínimo (rotura de ventana) un espacio urbano, porque esa mínima degradación era una invitación a degradaciones mayores, hasta que ese mismo espacio se terminaba convirtiendo en el escenario ideal para el delito. Este
artículo dió pie a un alto nivel de reacción punitiva incluso hasta con las infracciones menores, dando como resultado la panacea del discurso criminológico de la derecha mundial actual, traducido en el obsceno término de “tolerancia cero”.

Yo digo: Quedó demostrado que la “tolerancia cero”, mas allá de muchas otras cuestiones reprochables, no disminuyó el delito donde fue implementada.

Doña Rosa contesta: Eso es falso, todos sabemos que en Nueva York antes de la llegada de Giulliani no se podía salir a la calle.

[En ese momento la discusión se torno una cuestión de números.]

Para mi espanto, busco datos estadísticos y me encuentro con la desagradable noticia que el número de delitos se redujo aproximadamente un 70% durante la gestión Giulliani. El primer dato estadístico que recibo, proviene de La Nación en un artículo sugestivamente titulado “ NY del caos a la tolerancia cero”. Termine de leer la nota y pese a que me
agarraron ganas de salir a la calle a matar vagabundos, coteje los datos con una fuente confiable: el Bureau of Justice Statistics (la verdad si algo le envidio a EEUU es su sistema de estadísticas) y para mi sorpresa coincidían con los de La Nación.
En ese momento me arrepentí de haber decidido discutir solo el plano de la eficacia y no hacerlo sobre sus consecuencias en las libertades de las personas y una serie de etcéteras nefastos.
También se me cruzó por la cabeza la idea de manipular las estadísticas (lo admito).

Después de ese arrebato poco honesto, estaba por reconocerle a Doña Rosa que tenía razón (al menos en cuanto a la eficacia) hasta que me encuentro con ese gráfico glorioso:


click en el gráfico para que se vea dignamente




En este gráfico se ve claramente que, si bien el delito bajó en NY, también lo hizo en otras ciudades donde no había sido implementada la tolerancia cero.
Otro dato a tener en cuenta es el siguiente: desde el año noventa, la curva es descendiente, es decir, es un proceso que se inicia antes de la llegada de Giulliani.

Después de un día bastante dialéctico me fui a lo de Doña Rosa con mis gráficos bajo el brazo.




Fin.

9 comentarios:

  1. Está bueno lo que decís.

    Igual a mi siempre me dio la sensación de que esas discusiones son lo que en los libros de lógica llaman un "desacuerdo aparente" o no genuino.

    Quienes abogan por la tolerancia cero, antes que un fin utilitarista, buscan un puro retribucionismo. El fin del castigo a toda falta en verdad es el castigo mismo. El saber que quien comete un mal va a recibir su correspondiente mal estatal. Y si éste es más grande que aquél mejor.

    Si baja o no el delito, creo que es hasta un dato menor y secundario.

    Por eso al que busca tolerancia cero y mano dura, en mi opinión, primero lo hace por mero placer talional de que quien se la manda, la recibe. Punto. Si se lo quiere refutar, no hay que salirle con "ese sistema no sirve" porque desde el momento en que la poli puede tirar a matar sin tanta cháchara o frenarte por "actitudes sospechosas" y otros estándares arbitrarios, la "tolerancia cero" ya es un exitaso.

    La radio está re buena. Saludos a todos los que me conocen.

    Tomás.

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  2. Tomás, estoy de acuerdo con lo decis.
    Hay personas que quieren "meter bala" por un simple deseo fascista. Digamos que no ven la política de la tolerancia cero como un recurso tendiente a reducir el número de delitos, sino como un arma eficaz de limpieza social. Y estan de acuerdo con eso. Contra esas personas, cualquier empresa racional es inútil, ya que su convicción se mueve en un plano casi metafísico.
    Sin embargo, existe un número importante de personas que compran el discurso de la tolerancia cero por miedo ante la creencia de que efectivamente da resultados. (Digamos que es un voto volatíl). En fin, quería poner mis esfuerzos en esa gente, Patti es inconvencible.

    Saludos,

    Berna

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  3. Tomás si te pasas y me podes explicar lo del desacuerdo aparente te lo agradezco. Le pregunte al Dr. Google pero esta flojo en ese tema.

    Saludos.

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  4. Berna.

    Lo de los desacuerdos es muy simple aunque vital en técnicas de la argumentación y lógica (informal).

    Dicho en términos fáciles, un desacuerdo en sentido genérico existe cuando dos personas (partes en un pleito, doctrinas, ideologías, posturas, etc.) sostienen enunciados opuestos (o cuanto menos no coincidentes) respecto de una cuestión común. Algo así como que dan una respuesta distinta a una pregunta en común.

    Algunos autores, dentro de los desacuerdos (como concepto genérico) diferencian a la disputa (las personas saben que están en desacuerdo y conocen la postura de su interlocutor oponente, refutándola o criticándola); y el conocido debate que se da cuando todo lo anterior sucede entre los interlocutores cara a cara, dialogando, exponiendo y refutándose sus enunciados recíprocamente.

    Los desacuerdos son " no genuinos" o bien por que la cuestión o pregunta que intentan responder no es la misma (Juan dice que el obelisco debe ser azul y Pedro dice que el Obelisco no existe); o defienden posturas que aparentan ser distintas pero en verdad son coincidentes (parecen discutir pero en el fondo piensan igual) o bien por que el "aparente" desacuerdo sólo es tal por una cuestión lingüística (algunos llaman a esto "desacuerdo meramente verbal" donde la discrepancia pasa por el sentido o significado que le asignan a las palabras; el típico caso de dos personas diciendo que algo [un sistema político, una ideología, lo que sea] "no respeta la dignidad", cuando en verdad difieren en lo que cada uno entiende por dignidad).

    Muchas veces en las discusiones sobre las finalidades del castigo me da la sensación que pasa eso. Uno toma una postura cuya base es "lo que la pena debería hacer" y otro lo refuta apuntando en verdad a "lo que la pena hace".

    O el caso que sea da cuando una persona puede estar pensando en la satisfacción interior/subjetiva que le causa que su agresor reciba un castigo y el otro le discute que ese retribucionismo "no tiene efecto alguno sobre la disminución del delito". Jamás se van a entender en tanto hablan de distintos aspectos del fenómeno "castigo". Uno sobre la satisfacción personal, interna, subjetiva (y a veces políticamente incorrecta y hasta amoral) que le causa el hecho de que el otro "reciba algo" a cambio del mal que causó, en tanto el otro discute con argumentos que refieren al aspecto político, utilitarista o funcional que puede tener ese mismo fenómeno.

    Sólo habrá un verdadero debate entre ellas cuando respondan a una pregunta en común o hablen de, por lo menos, aspectos semejantes del fenómeno que someten a análisis.

    No sé. Si Pepe dice que "qué la pague y vaya preso" y Juan le dice "sí pero eso no ayuda a bajar el delito", creo que es un dialogo algo trunco. Son cosas totalmente distintas.

    A eso apuntaba

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  5. Me quedo clarísimo. Gracias Tomás por la ayuda. Las técnicas de argumentación son clave, ahora entiendo como tus pensamientos retorcidos quedan tan claros cuando los expones en tu blog.
    Por favor no pienses que lo de retorcido es una ofensa, sino todo lo contrario.
    Voy a trabajar en el tema de la argumentación, ¿ tenés algún libro para recomendar?

    Saludos

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  6. Sí, claro.

    Igual es difícil encontrar un libro que trate "cómo argumentar" o cosas así. A partir de los años 50 frente a la visión racionalista de la lógica deductiva como herramienta central para ver y entender el derecho, surgieron los que se llaman las teorías de la argumentación. O sea, que el discurso jurídico o la "lógica jurídica" en verdad no pasa por la lógica formal sino por la retórica: escribir una sentencia es hacer un acto de justicia acompañado de razones que lo justifiquen. Antes que deducir, es convencer, persuadir a un auditorio.

    Sobre esas teorías de la argumentación y el análisis de los referentes más conocidos (Ch. Perelman, Toulmin, Alexy, etc.) tenés dos libros muy buenos. Desde afuera, "Las Razones del Derecho" de Manuel Atienza. Lo publica gratis la Unam en su bibliojurídica.org en éste link: http://www.bibliojuridica.org/libros/libro.htm?l=710

    Recomiendo el primer y último capítulo. En el primero explica lo que te comentaba arriba: la insuficiencia de la lógica formal y otras cuestiones. Y en el último él mismo propone un proyecto de modelo argumentativo. Con sus grafiquitos y flechas y toda la bola, analizando fallos del T.C. Español. Muy bueno. Aunque los gráficos son medios feuchos.

    Y por estos barrios es muy bueno y barato "Los patrones de la argumentación" de Roberto Marafioti. Ahí tenés practicamente todo. Sumado a los estratagemas de Schopenhauer, Aristóteles, y otros tantos.

    **

    Si bien la obra magna de Perelman en este sentido es el Tratado de la Argumentación, te recomiendo un librito de no más de 60 páginas que se llama "Lógica jurídica: nueva retórica". Escrito bien en llano, muy claro y ya trata la argumentación con relación sólo al derecho. Muy bueno.

    Acá lo podés bajar en pdf: http://www.pucpr.edu/facultad/emiranda/Seminario%20Derecho/Lecturas/Perelman.pdf

    Estoy en una ayudantía de una materia que trata estos temas y ya lo propuse como lectura cuasiobligatoria, al igual que varios capítulos del de Marafioti y el último y el primero de Atienza que te comentaba.

    ¡Saludos!

    Te agregué ahi a la lista de los blogs.

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  7. Tomás, gracias por las recomendaciones. Arranque con Atienza. Le di una leída rápida a los capítulos que mencionaste y parece prometedor. Con los libros tengo una rara manía de leer unas páginas ligeramente (como una primera aproximación) y despues hacerlo detenida y profundamente. No si es normal, o algún tipo trauma por una fatídica cita a ciegas.

    Antes de leer tus recomendaciones, motivado por el título y el precio, compre un libro de Genaro Carrio " Cómo estudiar y cómo argumentar un caso". Lo cierto es que no tiene mucho que ver con las técnicas de argumentación pero es un librito imperdible.

    El link de "Lógica jurídica: nueva retórica" lo agrego acá, si alguien quiere consultarlo,porque salió cortado:
    http://www.pucpr.edu/facultad/emiranda/
    Seminario%20Derecho/Lecturas/Perelman.pdf

    Gracias Tomás, Saludos.

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  8. ¡Sí!, los de Carrió son un golazo, ese y "Cómo fundar un recurso". Estoy leyendo "Derecho como argumentación" de M. Atienza, y le reconoce a Carrió en esos libritos un gran aporte. Carrió tenía una visión muy argumentativa del derecho, aun cuando era un Hartiano hecho y derecho. No sé si lo conocés ——y nada tiene que ver con el tema— pero si tenés un peso de sobra, conseguite "Notas de derecho y lenguaje". Debe ser uno de los libros más hermosos que se han escrito de derecho.

    Alguna vez me hice el banana escribiendo sobre Dworkin y Riquelme y después leí ese libro donde Carrió explica a los principios jurídicos y las reglas diferenciando el Foul de la "ley de la ventaja". Es un libro maravilloso.

    Por lo de la lectura rápida no estás solo. Yo hago lo mismo. Primero leo muy detenidamente el índice. Después miro el tipo de escritura que tiene (vas a ver que Atienza —a veces— utiliza mucho (bastante) estos de escribir, o hablar, con mucha coma —o guión— o aclaración o paréntesis; es bastante barroco para hacer las oraciones). Miro si usa mucha nota al pie (hate them) y lógicamente la bibliografía que usó. Después hago una lectura voladora (leo las primeras oraciones de los párrafos). Y recién después arranco a leer, siempre con mi lapicito de lectura y mi atril de madera.

    Abrazo.

    t.

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  9. Justamente hace unos meses alquile "Notas de...". Lamentablemente no lo pude terminar porque se me junto con la última serie de parciales. Ahora espero retomarlo cuando vuelva a abrir la biblioteca.
    Sigo leyendo lo que me diste y me estoy desayunando (casi merendando te diría) que el tema que ignoraba completamente es más que importante.

    Me voy para tus pagos a leer sobre Riquelme-Dworkin.

    Berna

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